martes, 12 de octubre de 2010

Otra tarde de otoño transcurre en la charca:

El melocotonero del jardín pierde irremisiblemente sus hojas y el cajón se llena de proyectos que tal vez serán.
Pensando en un club de lectura con adultos, en un taller con pequeños o en una sesión de cuentos van pasando las horas.
De pronto la silla gira sin querer, y sin querer se vuelve hacia la estantería donde descansan nuestros álbumes preferidos. Hoy asoma el lomo El desván, mmm, apropiado y apetecible, así que cambio la silla y el teclado por la alfombra y dedico un largo rato a disfrutar de la lectura sin más, sin pensar en un posible taller, ni en dónde le pondríamos el acento a la lectura en voz alta, ni en una reseña crítica, ni... Me detengo en una página, me salto otra, vuelvo atrás, sigo una línea con el dedo, miro la portada, vuelvo a la ilustración que me había saltado.
Tras un buen rato sumergida en el universo de Kitamura, regreso a la silla y al teclado. Por la ventana veo caer una hoja más... el otoño ya no tiene freno. Ahora, le hincaría el diente al novelón que espera su turno en la mesilla de noche ¿por qué esperar a la hora de dormir?. Allá voy, que hoy toca disfrutar.

No hay comentarios: