lunes, 25 de octubre de 2010

El pacto el bosque

Amaneció oscuro pero el mediodía resplandece, la noche amenaza con ser bien fría y dejarnos una madrugada helada. Así que nos llevaremos a la cama este álbum, que hoy recomendamos a esas mamás que nos son tan fieles y nos aguardan en los charcos, con sus cachorros ansiosos de buenas historias.
El pacto del bosque aun huele a tinta fresca. Editado por El Jinete Azul el mes pasado, es un cuento escrito por Gustavo Martín Garzo y transformado por las bellas ilustraciones de Beatriz Martín Vidal, ambos paisanos nuestros.

Decir que la historia es tierna no sería mentira, pero tampoco le haría justicia. Los lectores de Garzo encontrarán en este álbum ese clima de magia cotidiana, de maravilla sin sobresalto, de misterios en evidencia que envuelve su prosa. Los trazos de Beatriz hacen girar la historia sobre sí misma y nos llevan a reflexionar acerca del poder de la literatura, sí, curiosamente es la ilustración, en este caso, la que sirve en bandeja la reflexión metaliteraria que insinua el texto.
El uso del color como medio de transporte espacio-temporal nos sorprende y nos cautiva, no perdáis de vista cómo irrumpe ese maravilloso azul para ceder más tarde al sereno amarillo... Si pincháis en el enlace, os llevará a la página de la editorial para asomaros al libro, pero oledlo y tocadlo si tenéis ocasión.
Texto e ilustración, y la alquimia surgida de ambos, nos brindan una historia que habla del poder evocador las palabras compartidas con amor, y del amor mismo.

martes, 12 de octubre de 2010

Otra tarde de otoño transcurre en la charca:

El melocotonero del jardín pierde irremisiblemente sus hojas y el cajón se llena de proyectos que tal vez serán.
Pensando en un club de lectura con adultos, en un taller con pequeños o en una sesión de cuentos van pasando las horas.
De pronto la silla gira sin querer, y sin querer se vuelve hacia la estantería donde descansan nuestros álbumes preferidos. Hoy asoma el lomo El desván, mmm, apropiado y apetecible, así que cambio la silla y el teclado por la alfombra y dedico un largo rato a disfrutar de la lectura sin más, sin pensar en un posible taller, ni en dónde le pondríamos el acento a la lectura en voz alta, ni en una reseña crítica, ni... Me detengo en una página, me salto otra, vuelvo atrás, sigo una línea con el dedo, miro la portada, vuelvo a la ilustración que me había saltado.
Tras un buen rato sumergida en el universo de Kitamura, regreso a la silla y al teclado. Por la ventana veo caer una hoja más... el otoño ya no tiene freno. Ahora, le hincaría el diente al novelón que espera su turno en la mesilla de noche ¿por qué esperar a la hora de dormir?. Allá voy, que hoy toca disfrutar.