La vida está hecha de cosas que empiezan y cosas que terminan y, aunque muchas filosofías antiguas y modernas recomiendan vivir el presente bajo el sólido argumento de que es lo único real, es inherente al ser humano añorar el pasado e inquietarse por el futuro.
Los cambios estacionales alimentan la añoranza y la inquietud. Los niños piensan que los viejos ya no tienen miedo, los viejos piensan que los niños aun no tienen nostalgia; pero hay emociones universales y las que transmite este álbum lo son.
Las ilustraciones son sorprendentes y muy interesantes: un fino trabajo de diseño equilibra modernas técnicas fotográficas con estampados retro, sin dejar de lado la cuidada composición del texto en la página. Y en el texto, todo resulta tan familiar...
El resultado es un clima envolvente, en el que se aprecia la luz del norte, el aroma de un jardín al final del verano, el sabor dulzón de la fruta madura y el amargo del vértigo ante lo nuevo.
Y es que, no solo novela policíaca con enganchina nos viene del norte...
El final del verano; Stian Hole. Kókinos.
lunes, 7 de septiembre de 2009
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