Y nos quedaron así de bonitas.
Después, Adriana y su asombroso hombre verde nos invitaron a comer.
De postre hubo más versos y muchas, muchas estrellas. Todos terminamos con la solapa adornada, cómo no. Bueno, todos menos el asombroso hombre verde, del que tal vez algún día Adriana quiera contarnos la historia... si lo hace, prometemos dar cuenta en la charca ¿te animas Adriana?, seguro que Miguel puede echarte una mano.
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